Virgen de los condenados,
ya no puede más mi pobre carne de poeta,
mi piel se carcome
y se me deshilacha en versos,
te pido,
concédeme sólo una simple metáfora
donde olvidar por un rato
esta fatigosa existencia.
Virgen de los condenados,
ya está amaneciendo,
te suplico,
concédeme sólo otra migaja de oscuridad
para guarecerme por un instante
de la luz que se avecina.