Y ya,
en el ocaso de mis días,
entre fumarolas y llamaradas,
seguiré esperándote en el Café de la Esquina Paradójica,
entre fumarolas y llamaradas,
seguiré esperándote en el Café de la Esquina Paradójica,
en este café que se incendia cada tarde, donde se confunden los puntos cardinales,
y las gentes salen perdidas,
y las gentes salen perdidas,
desorientadas y sin rumbo.
Porque al final
¿Qué hay más bello en esta vida que perderse,
olvidarse de relojes, desencuentros y feriados?
En este café yo te espero,
y al diablo con evangelistas, ortodoxos y luteranos,
al diablo con los señoritos de familia adinerada y con los catedráticos de mal agüero.
Aquí,
en este café que cada tarde se incendia,
aquí te espero en la hoguera de la tarde.
Porque al final
¿Qué hay más bello en esta vida que perderse,
olvidarse de relojes, desencuentros y feriados?
En este café yo te espero,
y al diablo con evangelistas, ortodoxos y luteranos,
al diablo con los señoritos de familia adinerada y con los catedráticos de mal agüero.
Aquí,
en este café que cada tarde se incendia,
aquí te espero en la hoguera de la tarde.
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