y planos borrosos
de una ciudad caracol y ferroviaria
donde brotaban alucinaciones
que se volvían flores nocturnas
y que se mostraban ostentosas
pretendiendo ser letras malditas
cada madrugada.
Por estas calles y jardines
se propagó la leyenda falaz
sobre Ranús, el viejo sátiro,
que atacaba siempre del revés,
que tanto asustaba a las impúberes
y que tanto perturbaba a las beatas.
Por estas calles de adoquines,
por donde me pierdo cada tarde,
cada tarde me acompaña un minotauro,
y es así y es de este modo,
que nunca o ni siquiera, que tampoco ni jamás,
lograré llegar con estos pies
al nacimiento de un amanecer ensimismado.
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