Liben las amapolas
el néctar de mi cuerpo muerto,
delirio de brujas,
devoren mis genitales los poetas,
y envuelva el sol mis dulces huesos.
Y tú,
amada musa,
dile a dios que estoy muy lejos.
Por una noche
vivamos la más eterna de las nadas,
esa,
donde nunca existió el número dos
ni la risa del día siguiente.
Ahora musa,
deja caer las estrellas.
Esta noche,
escucharemos el grito original,
esta noche,
amada musa,
ni tú
ni yo
seremos.
***
Nota: Escribí este texto en 1977, aunque antes de este había escrito varios otros lo considero mi primer poema.
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